¿TE AFECTA DEMASIADO LA FRUSTRACIÓN? Parte 1/2

Una excelente formación Técnica es necesaria para hacer frente a las necesidades actuales en cuanto al trabajo, pero no basta con sólo eso; hay otras cualidades que debemos exhibir como personas y por eso se vuelve necesario un crecimiento personal que nos ayude en nuestro diario andar como personas, como talleristas, como técnicos, como compañeros de trabajo.

Por eso es que decidí complementar los temas técnicos con otros de índole humana; una mejor persona es mejor comerciante, mejor amigo, mejor familiar… y ésa es la razón por la que incluyo estos temas en el blog. No basta con ser buen técnico para tener éxito en la vida, para salir adelante, para triunfar.

La Frustración es una respuesta emocional ante el fracaso, generalmente ante un hecho que no ha resultado como la persona había expectado. ¿Se puede controlar ese sentimiento de frustración? Tenemos dos opciones: o controlamos a la frustración o la frustración terminará controlándonos a nosotros.

Todas las emociones están compuestas de una gestión de energía, de la energía de la propia persona. Esa energía puede ser malgastada en cuyo caso resulta disfuncional, o bien, puede ser canalizada en beneficio propio, de forma funcional. Esto último significa aprovechar esa manifestación de energía propia para obtener un beneficio.

La Frustración presenta efectos muy desagradables, como ser un desencanto a nuestras expectativas, un conflicto psicológico, un desencuentro malsano entre nuestros proyectos y sus resultados, una respuesta emocional disfuncional (ira, miedo, vergüenza, etc.), energía mal canalizada y contraproducente.

La persona va a sentirse frustrada cuando algo inesperado se interpuso en su camino, o bien cuando no comprende qué sucedió que arruinó sus planes, o tal vez cuando obtiene un resultado distinto del que esperaba, o bien, cuando no puede obtener ni siquiera un aprendizaje de lo que ha sucedido. Ha quedado con las manos vacías o bien, con algo en ellas que no sabe qué fin darle, pero siempre alejado de lo que quería.

La frustración es una respuesta que se produce de forma natural y normalmente no podemos impedir que suceda, pero sí podemos hacer que no nos resulte tan impactante, que no nos desmoralice, que no nos enoje, que no nos quite la esperanza, que no nos vacíe de energía. La frustración viene como resultado de un fracaso, pero si consideramos a ese fracaso como parte contemplada del intento, como solo un riesgo calculado del proceso, el aprendizaje obtenido será muy importante.

Cuando Tomas Edison buscaba resolver positivamente su proyecto de crear una lámpara eléctrica que iluminara al mundo, fracasaba al probar un material tras otro; un colega, un poco burlonamente, al ver que sus esfuerzos no daban resultado le preguntó:

– ¿Has logrado ya tu invención de la lamparita eléctrica? ¿Qué has descubierto de nuevo?

Edison, un personaje muy tenaz, confiado en lograr su cometido, le respondió.

– No he creado todavía mi invento, pero ya he descubierto unas cien formas de CÓMO NO DEBE construirse una lamparita.

Evidentemente, él consideraba sus 100 fracasos como parte necesaria del proceso y como una aproximación a lograr su fin. No los consideró 100 fracasos, sino que los aceptó como 100 experiencias que algún día lo conducirían al triunfo, como en realidad fue. Esto nos muestra que la tolerancia a la frustración depende de la actitud y la forma de pensar con la que encaremos el problema.

También la historia personal tiene que ver con la tolerancia a la frustración, por eso es que es tan importante que sepamos enseñar a nuestros hijos en lugar de consentirlos en todos sus antojos, para que cuando sean mayores no sufran el choque contra la realidad y su respuesta emocional empeore en lugar de ser aprovechada funcionalmente.

Una persona conocida mía una vez, muy frustrado me dijo: “Uno las cría (a las hijas) como una princesa, y ahora de grandes se comportan como una sirvienta”. La responsabilidad no era de las hijas, pero así suele resultar, en frustración.

Para esto es necesario un entrenamiento de vida, en el cual se les haga comprender que no pueden tener todo lo que desean por el sólo hecho de desearlo y sólo por antojo; al contrario, deben aprender a trabajar y a luchar por ello, y a controlar su frustración ante el fracaso.

La frustración debe entenderse como “no era su momento, no era la forma apropiada, con aporté los elementos necesarios” en lugar de pensar que ha sido “un castigo de Dios”. Dios no tenía nada que ver con el proceso, el responsable es otro cuya cara encontraremos al buscar en el espejo.

También puede resultar frustrante cuando no se obtienen los resultados porque se ve contrariada la necesidad de manipular. Además, en ellos tiene que ver también la influencia de las creencias de la persona y su capacidad de resiliencia.

En este caso, uno debería preguntarse cómo es que está procediendo. ¿Cómo es que se fija sus metas? ¿Cuánto es lo que se exige al perseguir un proyecto? Si está dependiendo de la trayectoria o si es capaz de elastizarse y llegar por otro camino. A veces, con sólo proponerse varias metas cortas es más productivo que una sola más larga.

Hay varios factores que influyen en los resultados, como ser los parámetros propios, las creencias y los valores en que uno se basa. Cada tanto la aparición de la frustración puede ser positiva en el sentido de que lo obliga a uno a replantearse las formas y el camino, aprendiendo una nueva manera más productiva de administrarse.

También interviene la capacidad de perdonarse que posea el individuo, cuánto es lo que se permite fallar, cuánto es lo que le importa obtener el resultado al primer intento. Cuánto cree que lo disminuye el no haber tenido éxito. La exigencia personal puede ser inapropiada en estos casos, y darse el permiso para fallar será más productivo.

Si bien, en este plano y en esta sociedad, los resultados son los importantes, considerar haber vivido la experiencia y sentirse feliz por ella, independientemente del resultado, es mucho más sano que maltratarse a sí mismo debido al fracaso.

En otras ocasiones, en lugar de desviar la culpa (el común “desapruebo el exámen porque la profesora me odia”) en otras personas, conviene hacer un análisis de conciencia y descubrir de qué debemos hacernos responsables, de cuál es la parte que nos corresponde.

Las metas realistas y concretas que nos fijemos ayudarán, dado que si nuestras pretensiones tienen demasiado vuelo puede que no obtengamos de inmediato el resultado; recordemos las 100 pruebas sin éxito de Edison para lograr fabricar su lamparita.

Por otro lado, no deberíamos dejar que la frustración disminuya nuestra autoestima; sólo significa que no hemos hecho lo correcto, que no hemos apretado el botón correcto del teclado, no que no somos capaces ni tenemos los valores necesarios para lograrlo. La autocrítica puede ayudarnos a descubrir en qué estamos fallando, de manera de corregir el rumbo hacia un camino más probable de conseguir resultados.

Hay mucho para agregar al respecto de la frustración y de cómo resolver este problema, lo que haré en una segunda parte necesaria para lograr herramientas que nos permitan superar el mal trago y lograr enfrentar la frustración con éxito.

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